REFLEXIONES SOBRE UN METAL QUE NOS AHOGA

Demos y recibamos cariño, ahora. Dispongamos de más abrazos; luego, no podremos recibirlos. Esperando mejor vida tras la fría huella del meteoro, caducos, prescindidos, podremos confesar lo hermosa que fue esa nieve depositada. No seamos cautivos a intolerancias. Ni se imponga la avaricia en el tablero de ajedrez, jugando sobre nuestros arqueados cuerpos tan trabajados. ¡Alcemos la voz! Europa no es únicamente un mapa de moneda única. De tanto querer un mundo mejor, tropezamos esclavos con idénticos sueños manipulados. Pero yo soy fuerte, ignorante. A veces, invisible. Surco verdes biombos del incienso, espurio de la muchedumbre acotada, tilo reserva entre cimientos sin fragancias; y vuelo, vuelo, vuelo y no descanso para volar muy lejos. Porque en un horizonte no trazado puedo hinchar libre mis pulmones de palabras, penínsulas del puro significado, esencias e islotes carentes de falsas promesas. No necesito mirar para ver con los ojos. Tampoco preciso imaginar mucho. No es más ciego un vidente ni un turbado, sino el que se finge cabal imponiendo voluntades, permitiendo endeudamientos y ruinas del vecino. O aquel que dejándose enfundar una venda, quedando tapados sus enturbiados ojos, inmóviles a un único movimiento, restan como buhardillas de una pupila ajena.  
 

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