Héctor Gomis López

Un jarrón verde con un feísimo dragón naranja

En
el segundo C vive Andrés. Un cuarentón amable y apocado, que dedica su
tiempo libre a criar palomas en la terraza del edificio. No sospecha ni
remotamente que su felicidad va a depender de la resistencia al impacto
de un jarrón verde con un feísimo dragón naranja pintado en su
superficie.

En
el quinto A, Carmen y su marido Florián, esperan con desasosiego la
llegada de Gabriel, su hijo. El chico tiene quince años y lleva
veinticuatro horas fuera de casa sin dar señales de vida. Cuando
vuelva, dentro de veinte minutos, se llevará la bronca más grande de su
vida, pero la aguantará con una sonrisa en los labios. Hace cinco horas
que perdió la virginidad con Amanda, la chica más guapa de su clase.

El
primero C está vacío, sus dueños se fueron de viaje a las Canarias.
Esta noche se colarán dos ladrones y les robarán la televisión, el
equipo de música y los trescientos euros que tenían guardados para el
regalo de comunión de su sobrina. Tres años después, el más gordo de
los dos ladrones se pudrirá en la cárcel por atraco a mano armada y
homicidio, al otro, al más alto de los dos, le quedarán solo dos años y
medio para terminar en el seminario y ser ordenado sacerdote. La
sobrina de los vecinos del primero C tendrá una crisis de fe una semana
antes y se negará a hacer la comunión.

Julián
del, cuarto A, y Sandra, del tercero C, han quedado para comer y
conocerse mejor. Ella llevará su vestido gris especial, el mismo con el
que enamoró a su exmarido. Él preparará un espléndido festín cuyo plato
especial será solomillo en salsa de almendras. Cuando, tres horas
después, Sandra salga de la sala de urgencias del hospital, Julián la
abrazará y le pedirá mil perdones por haberla intoxicado, Sandra le
dirá que la culpa es suya por no haberle avisado de su alergia a los
frutos secos, y se fundirán en un hermoso beso. Siete años después,
Julián encontrará a Sandra en los brazos de su mejor amigo. Sandra y
Julián llegarán a un acuerdo tras su divorcio, y Julián se quedará la
custodia de sus tres hijos a cambio de cederle a Sandra su yate de
veinte metros de eslora.

La
señora Enriqueta, del cuarto B, nunca, en toda su vida, fue feliz.
Dentro de un mes tendrá un breve momento de alegría, cuando su cuñado,
quince años más joven, le dedique una sonrisa y le pellizque el culo al
pasar a su lado. Ella después de aquello se enamorará perdidamente de
él. Él nunca volverá a pellizcarle el culo.

El
primero A, el tercero B y el quinto C pertenecen a un rico heredero de
una importante familia de la capital. Nunca ha vivido nadie allí. Han
mantenido estas propiedades como inversión para venderlas en un futuro.
Cuando sus padres hayan muerto, el rico heredero gastará toda su
fortuna en drogas y putas. Cuando acabe con todo su dinero, venderá los
tres pisos a tres familias extranjeras. Formalizará la venta a través
de abogados. Se negará en redondo siquiera a acercarse al edificio, y
nunca le contará a nadie lo que le ocurrió allí de pequeño. Las tres
familias de extranjeros serán muy felices en sus respectivos nuevos
hogares.

A
Fermín, del tercero A, le quedan tres días para que le toque la
lotería. Cinco millones de euros. Dará la vuelta al mundo tres veces.
Luego volverá a su casa y no saldrá de allí jamás.

Los
Martínez, del segundo A, y los Fernández, del segundo B, están a punto
de pelarse. Su amistad de años se va a romper por culpa de unas
humedades que han salido en casa de los Martínez, y que estos achacan a
un problema provocado por los Fernández. Unos años después ya no
recordarán el tema que inició todo, pero seguirán sin hablarse. Mario,
el hijo pequeño de los Martínez, y Julio, el mediano de los Fernández,
se aman, pero nunca se lo dirán a sus padres.

Al
señor del quinto B nadie lo conoce. Hace la compra por teléfono y sólo
sale por las noches para evitar cualquier contacto humano. Todos le
tienen miedo. Cuando gane el premio Nobel de literatura, sus vecinos
acudirán a la tele a contar lo buenos amigos que son del escritor.

Luis dejó hace dos meses el primero B para irse a vivir con María al cuarto C.
Ahora
mismo están discutiendo. Ella le ha recriminado que pase tanto tiempo
en el bar. Él, borracho perdido, le ha pegado un empujón, estampándola
contra la estantería de la entrada. De la estantería está cayendo un
jarrón verde con un feísimo dragón naranja pintado en su superficie. Si
el jarrón no soporta el impacto contra el suelo y se rompe en mil
pedazos, María, en un ataque de cólera al ver hecho pedazos el jarrón
que su madre le regaló poco antes morir, echará a Luis a patadas de su
casa, y dos días después, Andrés, el del segundo C, cuando vaya a dar
de comer a sus palomas, verá a María llorando en la azotea, se acercará
a consolarla, hablarán toda la tarde, y para la noche ya se estarán
besando, así, si ese Jarrón verde se rompe, María, del cuarto C, y
Andrés, del segundo C, acabarán teniendo una niña, Aurora, y serán todo
los felices que nos pueda permitir la imaginación, si en cambio, ese
jarrón verde con un feísimo dragón naranja pintado en la superficie,
resulta ser más duro de lo que su apariencia supone y no se rompe,
María perdonará a Luís y no lo echará a la calle, le dará otra
oportunidad, y dos meses después, cuando esta vez le pegue, le dará
otra, y luego otra, y por fin, un año más tarde, será ella la que se
vaya para no volver a verlo jamás, y tendrá una vida razonablemente
agradable con un abogado de Burgos, pero desde luego, nunca se podría
comparar con lo feliz que será con su vecino del Segundo C, si ese
dichoso jarrón se rompe.

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Published on e-Stories.org on 12/16/2009.

 
 

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