Maria Teresa Aláez García

OSITO AMARILLO MORDEDOR

OSITO AMARILLO MORDEDOR

Fue un acontecimiento del día 6 de enero de 2008.

Llegó a casa un canario corona.

Ricard no sabía lo que hacer con él. Tan pequeño, tan divertido, tan gracioso. Piaba loco de contento.

El niño hablaba con él todo el día. Se hicieron uña y carne. El ave controlaba las entradas  y salidas del niño de casa.

El niño jugaba con la televisión, la consola. Hacía ruido y el animal imitaba los ruidos del niño. Lo despertaba todas las mañanas para que lo destapara y daba el aviso por las noches para poder dormir.

Después el niño lo alimentaba con lechuga, manzana, además de con su alimento normal de grano. Y sus barritas de grano dulce con las que el pajarillo se solazaba.

Cuando el niño iba al colegio el pájaro lo echaba de menos y lo llamaba con lamentos. Al volver piaba igualmente requiriéndolo.

Pero poco a poco, como suele ocurrir, el niño fue perdiendo el interés en el ave. Varias razones fueron las culpables.

Una: las consolas.

Dos: la televisión.

Tres: los celos.

Las consolas, como la televisión, atontan y aboban a los niños. Una cosa es que jueguen con ellas un tiempo limitado como entretenimiento y otra que se pasen horas y horas pendientes de algo que no les estimula para nada, sólo les crea adicción.  Aun con la wii famosa, todavía no han podido suplir a la salida al parque, al polideportivo o a una excursión con los padres y amigos. Pero es el recurso fácil para que un niño que grita, molesta, que causa estorbo por no saber qué hacer con él y estar cansado, no querer hacer los deberes o no querer ocuparse de él y tenerlo entretenido horas y horas. So pena que usen programas que puedan desarrollar su cerebro o sus dedos,  los demás, sobre todo usando mandos o joystick, no valen para nada.  Bueno, para dar qué ganar a los programadores.  Y aprenden de todo y nada bueno si son juegos que no les convienen. (y no soy de derechas ni una atrasada en el tiempo)

La televisión. Qué decir de esa maravilla de la ciencia. Menos mal que se le controla al igual que la consola. Pero de todos modos lo sigo viendo algo innecesario so pena que se tenga mucho tiempo para perder.  Y eso colocándole canales educativos, canales técnicos… pero de todos modos es una pérdida de tiempo.

Los celos: ha sido lo peor.

No se me ocurrió otra cosa que hacerle fiestas al pájaro porque la verdad, era simpático y gracioso. Un muñequito. Y al verlo empecé a juguetear y a bromear con él.  Esto al niño no pareció serle simpático y a la hora de ponerle el nombre,  eligió el que da título a este texto por las siguientes razones:

Osito: le llamó así en recuerdo de un muñeco que tiró por el balcón en un enfado. El muñeco se lo llevó una niña y él aun espera que vuelva aunque se le ha dicho que ya lo perdió. Como el muñeco era blando y marrón, como el ave, le puso este nombre. (Tiene cinco ositos más pero él quería ese y estamos viendo uno similar o igual)

Amarillo: el canario era de color verde y no era amarillo como se supone que ha de ser un canario. Entonces lo llamó amarillo para ver si el ave se concienciaba y se volvía amarillo como le correspondía.

Mordedor: Como el pájaro no era hijo nuestro, debía de darse cuenta de que el hijo en realidad era Ricard y no él., cuando yo me acercara a la jaula a hacerle cariñitos y fiestas, debería morderme para recordarme quién era mi hijo y  no lo era el pájaro precisamente.

Poco a poco, fue enfriándose la relación niño-ave. Le hacía caso, le quitaba  y ponía el paño. Pero no jugaba tanto con él so pena que se lo recordáramos. El pájaro fue entristeciéndose.

En primavera, sacamos la jaula al balcón. El pajarillo se puso contento y al niño le gustó ese cambio. Pero una noche hubo helada y el pájaro casi fallece de frío. Lo salvamos durmiendo con él y abrigándolo bien. Volvió a la vida de nuevo y volvió a cantar. Pasó el verano y el otoño bien cuidado aunque engordó un poco y no se movía tanto.

Lo mirábamos, lo cuidábamos, lo observábamos pero no le encontrábamos nada que fuera útil para hacer que mejorara.

Aguantó hasta el otoño.

Falleció hace dos días. De frío, de viejo… no lo sabemos…

El niño sintió algo raro pero no supo detectarlo. Y se ha enterado hoy.

Y ha sido la debacle.

Ahora quiere una serpiente, una tortuga, algo que dure más que un canario.  Y que a ser posible, nos una a los padres y nos mate por no haber tenido cuidado.

Cosas de niños…

Pobre canario… en manos de niños se vean…

 

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Published on e-Stories.org on 11/20/2008.

 
 

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