Franklin Sánchez

El lugar donde te conocí

El Lugar Donde Te Conocí
 
Sus redondos ojos grises se reflejaban en el espejo mientras se acicalaba sin prisa, una sonrisa adornaba aquel angelical rostro. Su suave mano derecha se entrelazo en su lacia cabellera peinándola, apreciando su reflejo, un mechón de su oscuro cabello cayó sobre su frente entorpeciendo su vista; soltó un soplido mientras con su dedo índice lo echo tras su oreja, sonrió observando el vestido estampado de flores que le había regalado su padre con motivo de sus sobresalientes calificaciones, el cual estrenaba hoy, entornaba su delicado cuerpo resaltando sus finas caderas.
 
-Rose, hija ¿Podrías bajar a desayunar? ¡Sebastián ya está aquí! – gritó su madre haciendo que Roseline despertara de su ilusión frente al espejo, y a tiempo ensancho su sonrisa sabiendo que su chico se encontraba ya esperándola; le gustaba saber la importancia con la cual él la tomaba.
 
- ¡Enseguida! –
 
Aquel chico rubio de ojos cafés, le había llamado diciendo que tenía que una sorpresa, ella pensó que posiblemente seria alguna poesía de su autoría, él le repetía que era su musa y a ella le encantaba que se lo recordaba, lo quería y no se molestaba en tener que ocultarlo.
 
La chica tomo una coleta y se recogió su larga cabellera rápidamente, aun así le cayó por debajo de los hombros, se dedicó a bajar las escaleras entonces su mirada se posó sobre aquellos ojos cafés que la observaban con devoción al final de los escalones y antes de tocar el último escalón dejo que sus manos rodearan el cuello del joven y planto un suave beso en los labios dejando que la punta de sus zapatillas tocasen el piso.
 
 – ¡El romance fuera de mi vista!- exigió la castaña madre de la chica con un toque de gracia y ambos jóvenes soltaron una risilla suave mirando a la interruptora de su acto, la joven dejo el peso de su rostro sobre el pecho de su chico dirigiéndole una mirada amable a su madre mientras sus pies se terminaban de plantar en la delicada madera del suelo.
 
Luego de haber desayunado como su madre lo había ordenado la chica salió del lugar tomada de la mano de su novio, sonriendo como era costumbre, durante la caminata al sitio a donde el chico la dirigía, hablaron sobre típicos problemas de universitarios tomando en cuenta que el profesor de Anatomía de ella parecía ser más estricto de lo normal, él la animaba aunque ella misma tuviese notas que le permitieran despreocuparse de dicho curso, él comenzó a realizar mímicas graciosas dando giros alrededor de ella, dejando que sus pies bailasen a través de la grama del lugar; aquello era el lugar donde se habían conocido a la tierna edad de siete y nueve años, sin embargo ahora tenían dieciocho y veinte: ella tenía sus cabellos largos y el tenia todos sus dientes. Sus miradas expresaban la serenidad que su relación les ofrecía al estar juntos, la pelinegra tomo la mano del chico entre las suyas mientras la acariciaba con suavidad llegando cerca al árbol frente al lago ella se soltó y se sentó al pie del gran árbol que allí estaba, acomodando su vestido pero por el contrario el chico hundió sus manos en sus bolsillos mirando con sosiego las aguas del lago y sin mirarla entonces él hablo - ¿No te parece hermoso?- pregunto captando la atención de su chica quien le observo fascinada  notando como el color oscuro de su camisa resaltaba los ojos achocolatados de Sebastián. -¡Es hermoso!- exclamo maravillada volviendo su mirada a aquel lugar recordando ese preciso momento en su vida ¡sí! Aquel momento en el cual había visto por primera vez al hombre que se encontraba a su frente paso por su mente como cuan máquina del tiempo se tratase.
 
Once años atrás
 
Roseline solía salir de su casa por las tardes a jugar con Eleazar y Elizabeth, ambos hijos de una familia bien acomodada pero modesta aquel par contaban con siete años siendo mellizos. Sin embargo aquella tarde se había desviado de su objetivo cegada por la molesta que le causaba la actitud perdida de sus padres ya que ellos limitaban las amistades de la pequeña o al menos eso parecía luego de que su madre le sugiriera que se alejara un poco de Julián, Roseline era alguien madura prematuramente, debido a su delicada salud y escasez de hermanos, por lo cual había sacado sus conclusiones, Julián no tenía los mismos beneficios económicos brindados por sus padres como los tenia Eleazar o Elizabeth. Le molestaba que le pidiera que se alejara de él, pero no de Lilith quien para ella se encontraba en la misma posición que Julian. Molesta y resignada llego a su lugar preferido donde había un gran árbol de roble frente al lago y allí se sentó  con los brazos cruzados mirando las aguas quietas y dejo escapar un par de lágrimas de enojo poco tiempo después se escuchó un sonido extraño acercarse ella giro dedicando una mirada de odio a quien fuese que se encontrarse – Lárgate –comento sin siquiera verle aún; y así su mirada furiosa se encontró con un rostro totalmente desconocido de un chico de cabellos claros, mejillas rojas, con una expresión penosa seguramente después de escucharle; ella cambio su expresión radicalmente sintiendo como la sangre recorría por su rostro ruborizándose de inmediato. – Lo siento, es mi primer día por aquí. Y la verdad es que quería encontrar un buen lugar al cual ir de vez en cuando. Algo como mi lugar preferido.- explico el pequeño hombrecito mientras se daba una media vuelta, entonces fue Roseline quien le miro –!  Lo siento. Estaba molesta y no es tu culpa ni debí tratarte mal. – La pequeñuela se había disculpado de corazón ante el chico quizás como nunca lo había hecho por la simple razón de que no tenía motivos para nunca antes hacerlo. Después de aquello hablaron un poco y lo primero que salió a relucir fue que Roseline se burló del castaño por la falta de uno de sus dientes principales, a Rose incluso se le había logrado olvidar aquella molestia por la cual pasaba antes de que el chico llegase, pero ya se ponía el sol y era hora de marcharse ambos se fueron y la niña al llegar a su hogar dejo que su mano chocase con su frente –¡Su nombre!- ni siquiera el nombre del chico era parte de su conocimiento después de tan buen momento.
 
Aquella misma noche su madre le anuncio de la llegada de unos vecinos a los cuales habían invitado a la cena para recibirlos en el vecindario, le ordeno ponerse su mejor vestido y le pidió que se llevase bien con los hijos de aquella familia pues esperaba con fervor que se crease una buena relación con la misma, entonces fue en aquel momento cuando tocaron el timbre y Rose se apresuró a colocarse al lado de su madre al abrir la puerta para ver a un par de chicos y los padres de los mismos, parpadeo al ver varias veces al mayor de los pequeños pues era el chico con el cual se había encontrado toda la tarde – Roseline ellos son Regina, Jack y sus dos pequeños hijos Sebastián y Sean – comento su madre señalándolos con la mano abierta mientras luego se dedicaba a saludar a cada integrante de la familia. Rose mantuvo su mirada fija en Sebastián, el cual alzo su mano derecha saludándola con una sonrisa cautiva en su rostro.
 
 ______________________________________________________________________________
 
Volvió al presente con la mirada fija en las calmas aguas del lago y con una sonrisa que adornaba su rostro, mientras un par de segundos más tarde sentía como un par de brazos la rodeaban desde su espalda abrazándola con cariño, entonces sonrió aún más. – Recuerdo haber prometido que te haría feliz ¿Lo he cumplido? –pregunto Sebastián aun con sus brazos rodeando a Rose, y ella parpadeo simplemente asintiendo rápidamente tomada por sorpresa – Claro, lo has hecho. – afirmo mientras giraba el rostro para posar sus labios sobre la mejilla de su chico, el sentimiento se intensificaba cada vez más. Entonces fue en ese preciso momento en el cual el chico se tornó de pie frente a ella y se arrodillo con una lágrima en su mejilla mirándola, él la amaba como a nadie, era su razón de vivir jamás había tenido un sentimiento tan fuerte hacia alguien. – Una vez te pedí eterna sinceridad y la cumpliste –comenzó con suavidad mirándola a los ojos – Me dijiste que aún no me amabas, dos meses atrás  –bajo la mirada un segundo y respiro con fuerza tratando de recobrar su el ritmo natural de la misma. –Y lo único que pensé fue, debo esforzarme más. –sus labios temblorosos articularon aquellas palabras de auto consuelo, jamás el sería capaz de perder a la chica que fue capaz de tocar su corazón sin tan solo utilizar las manos. –Me dijiste que me querías, y sentí que faltaba por sentir más. Aunque hemos pasado muchos años juntos siempre está la sombra de nuestros padres pensando que nuestra relación mejora sus planes económicos y eso aunque no lo parezca se que interfiere entre tú y yo, quiero que sepas que nadie te fuerza a estar conmigo &ndash! ;confeso de manera lineal y directa volviendo su mirada a los ojos grises de la pelinegra, la cual le miraba fijo con aquella serenidad envidiable por todos. Ella continuamente se sentía culpable por no amar a Sebastián como el lo merecía, pero jamás fue capaz de mentir respecto a su sentimientos ¿para qué engañarlo diciéndole un falso te amo?  Sabía que si hacia tal cosa demostraría que él no se había ganado ni siquiera aquel sentimiento llamado “querer” .Sus ojos grises se enfocaron en los color chocolate y su delicada mano acaricio su suave mejilla mientras sus miradas se reconectaban, ella no sabía que decir, se encontraba muda porque Sebastián había dado en el clavo; después de todo aquello era su especialidad, siempre supo cuáles eran los tornillos que se debían apretar.
 
El al notar que ella estaba helada y sin respuesta tomo su mano y la acaricio con fiereza como si no quisiera soltarla –Entonces déjame…-respiro entrecortado mientras se limpiaba las lágrimas y sacaba una cajita pequeña que tenía guardada en su bolsillo, y la abrió –Déjame ser tu esposo, Srta Domènech, conviértete en Roseline de Montrevil y ven a vivir conmigo, solos tu y yo. Independiente de nuestros padres, mi trabajo será suficiente. –le pidió mientras Rose lo observaba ella realmente estaba helada, era una total sorpresa ¿Qué debía responder? No lo amaba pero lo quería más que a nadie, era el único en quien podía confiar ¿si le decía que no, seguirían sus padres y sus sombras oscureciendo su relación? Bajo la mirada y tomo la caja mirando un anillo de oro blanco con un diamante de adorno. Ella cerro los ojos con fuerza se sentía tan atada ahora mismo, y tenía el poder de desatarse ¿pero podría dejar su vida de lado y comenzar de cero? Eran muchos miedos encontrados al mismo tiempo tenía miedo que si rechazaba a Sebastián, él se fuese herido; ella jamás sería capaz de herirlo, ella lo único que quería era mantenerlo a salvo – ¿No puedes responder cierto? Tantas dudas en tu cabeza. –él bajo la mirada soportando el dolor que la duda causaba.  “Sebastián, Sebastián, Sebastián” Repetía en su cabeza raramente no pensaba en nada más y asintió después de casi media hora helada de tan solo respirar en aquel lugar, se levantó y se le lanzo encima causando que el castaño se cayese y ella encima de él sobre la grama –Si, si,si,si hazme olvidar de mis padres, de sus problemas, de sus negocios, y solo hazme pensar en ti y en mi prom&eacut! e;temelo Sebastián – pidió mirándole a los ojos con intensidad, sus dudas se habían aclarado y todo lo que deseaba en aquel instante era probar la suerte que su chico le prometía, pero su corazón palpitaba tan rápido tan emocionado que no dudaba de él – Si, por supuesto que lo prometo Rose – y su promesa, siempre hayo la manera de cumplirla sentía como las cadenas que sus padres le habían atado para mantenerla a su raya se habían quebrado con tal facilidad que no se lo creía ella misma: después de todo tenia años tratando de romperlas con tanta fuerza como fuese necesaria sin tan siquiera hacerle un rasguño y ahora frente a su chico había visto como se caían con facilidad, y lo descubrió pudo ver con sus ojos y no los de sus padres, no sabía si aquello era querer pero pensaba que era algo más.
 
Dos Meses Atrás
-Se sincera y dímelo de una vez Rose, ¿Me amas? – había pedido Sebastián en un restaurante aunque una mesa privada y aislada del resto, las rosas adornaban el sitio y acaban de pedir la cuenta; los pensamientos de Rose se hallaban en una discusión sin fin “No puedo no puedo amarlo, y tampoco decirle que le amo, aun si lo hago no se qué sentimiento es ese, a mis padres los adoro pero el dinero y sus empleados me cuidan más que ellos" y Bastián era lo más cercano que tenía, pensaba que lo quería pero como decirle que lo amaba sin saber de qué sentimiento se trataba, sus amigas no podían ayudarla ninguna sabia de tal sentimiento y una se lo describió como mariposas en el estómago, ella solo sentía un nervio en especial cuando el estaba junto a ella, sentía que podían estar los dos solos aunque hubiese un mundo a su alrededor, sentía que sus ojos la atrapaban en su propio mundo, que su sonrisa la cautivaba y la hacía feliz con tan solo verla, que sus palabras siempre podían consolarla o hacerla sentir como el deseara, que ella lo deseaba a  gran parte del día, se preocupaba tanto por el, ¿Seria aquello Amor?-No puedo decirte que te amo Bastián, pero sí que te quiero como a nadie – le confesó mientras el rubio se desmoronaba frente a ella, los hoyuelos en sus mejillas se notaron al intentar sonreír pero se notaba la falsa sonrisa a leguas.- Creo que es suficiente, te llevo a tu casa Rose- concluyo aquella noche.
 
Ahora mismo recordaba todo lo que pensó aquella noche y recapitulo que era poco lo que había pensado con respecto a lo que sentía –Sebas, nunca te dije que te amaba porque jamás supe que es el amor, con eso te digo que hoy casi estoy segura después de juzgar cada grato y basto recuerdo que mi amor por ti es puro, y que al pensar en una vida sin ti pues, nada tendría el sentido que le has dado, el cual yo vivo, siento y amo –lo miro de tal manera que el soltó un par de lágrimas al recordar su pasado, al vivir el presente y soñar el futuro.
 
Aquel que sueña tiene el poder de cumplir sus sueños siempre y cuando sean deseados con puro y sincero amor.
                                                                                        F.
 
El Lugar Donde Te Conocí
 
Sus redondos ojos grises se reflejaban en el espejo mientras se acicalaba sin prisa, una sonrisa adornaba aquel angelical rostro. Su suave mano derecha se entrelazo en su lacia cabellera peinándola, apreciando su reflejo, un mechón de su oscuro cabello cayó sobre su frente entorpeciendo su vista; soltó un soplido mientras con su dedo índice lo echo tras su oreja, sonrió observando el vestido estampado de flores que le había regalado su padre con motivo de sus sobresalientes calificaciones, el cual estrenaba hoy, entornaba su delicado cuerpo resaltando sus finas caderas.
 
-Rose, hija ¿Podrías bajar a desayunar? ¡Sebastián ya está aquí! – gritó su madre haciendo que Roseline despertara de su ilusión frente al espejo, y a tiempo ensancho su sonrisa sabiendo que su chico se encontraba ya esperándola; le gustaba saber la importancia con la cual él la tomaba.
 
- ¡Enseguida! –
 
Aquel chico rubio de ojos cafés, le había llamado diciendo que tenía que una sorpresa, ella pensó que posiblemente seria alguna poesía de su autoría, él le repetía que era su musa y a ella le encantaba que se lo recordaba, lo quería y no se molestaba en tener que ocultarlo.
 
La chica tomo una coleta y se recogió su larga cabellera rápidamente, aun así le cayó por debajo de los hombros, se dedicó a bajar las escaleras entonces su mirada se posó sobre aquellos ojos cafés que la observaban con devoción al final de los escalones y antes de tocar el último escalón dejo que sus manos rodearan el cuello del joven y planto un suave beso en los labios dejando que la punta de sus zapatillas tocasen el piso.
 
 – ¡El romance fuera de mi vista!- exigió la castaña madre de la chica con un toque de gracia y ambos jóvenes soltaron una risilla suave mirando a la interruptora de su acto, la joven dejo el peso de su rostro sobre el pecho de su chico dirigiéndole una mirada amable a su madre mientras sus pies se terminaban de plantar en la delicada madera del suelo.
 
Luego de haber desayunado como su madre lo había ordenado la chica salió del lugar tomada de la mano de su novio, sonriendo como era costumbre, durante la caminata al sitio a donde el chico la dirigía, hablaron sobre típicos problemas de universitarios tomando en cuenta que el profesor de Anatomía de ella parecía ser más estricto de lo normal, él la animaba aunque ella misma tuviese notas que le permitieran despreocuparse de dicho curso, él comenzó a realizar mímicas graciosas dando giros alrededor de ella, dejando que sus pies bailasen a través de la grama del lugar; aquello era el lugar donde se habían conocido a la tierna edad de siete y nueve años, sin embargo ahora tenían dieciocho y veinte: ella tenía sus cabellos largos y el tenia todos sus dientes. Sus miradas expresaban la serenidad que su relación les ofrecía al estar juntos, la pelinegra tomo la mano del chico entre las suyas mientras la acariciaba con suavidad llegando cerca al árbol frente al lago ella se soltó y se sentó al pie del gran árbol que allí estaba, acomodando su vestido pero por el contrario el chico hundió sus manos en sus bolsillos mirando con sosiego las aguas del lago y sin mirarla entonces él hablo - ¿No te parece hermoso?- pregunto captando la atención de su chica quien le observo fascinada  notando como el color oscuro de su camisa resaltaba los ojos achocolatados de Sebastián. -¡Es hermoso!- exclamo maravillada volviendo su mirada a aquel lugar recordando ese preciso momento en su vida ¡sí! Aquel momento en el cual había visto por primera vez al hombre que se encontraba a su frente paso por su mente como cuan máquina del tiempo se tratase.
 
Once años atrás
 
Roseline solía salir de su casa por las tardes a jugar con Eleazar y Elizabeth, ambos hijos de una familia bien acomodada pero modesta aquel par contaban con siete años siendo mellizos. Sin embargo aquella tarde se había desviado de su objetivo cegada por la molesta que le causaba la actitud perdida de sus padres ya que ellos limitaban las amistades de la pequeña o al menos eso parecía luego de que su madre le sugiriera que se alejara un poco de Julián, Roseline era alguien madura prematuramente, debido a su delicada salud y escasez de hermanos, por lo cual había sacado sus conclusiones, Julián no tenía los mismos beneficios económicos brindados por sus padres como los tenia Eleazar o Elizabeth. Le molestaba que le pidiera que se alejara de él, pero no de Lilith quien para ella se encontraba en la misma posición que Julian. Molesta y resignada llego a su lugar preferido donde había un gran árbol de roble frente al lago y allí se sentó  con los brazos cruzados mirando las aguas quietas y dejo escapar un par de lágrimas de enojo poco tiempo después se escuchó un sonido extraño acercarse ella giro dedicando una mirada de odio a quien fuese que se encontrarse – Lárgate –comento sin siquiera verle aún; y así su mirada furiosa se encontró con un rostro totalmente desconocido de un chico de cabellos claros, mejillas rojas, con una expresión penosa seguramente después de escucharle; ella cambio su expresión radicalmente sintiendo como la sangre recorría por su rostro ruborizándose de inmediato. – Lo siento, es mi primer día por aquí. Y la verdad es que quería encontrar un buen lugar al cual ir de vez en cuando. Algo como mi lugar preferido.- explico el pequeño hombrecito mientras se daba una media vuelta, entonces fue Roseline quien le miro –!  Lo siento. Estaba molesta y no es tu culpa ni debí tratarte mal. – La pequeñuela se había disculpado de corazón ante el chico quizás como nunca lo había hecho por la simple razón de que no tenía motivos para nunca antes hacerlo. Después de aquello hablaron un poco y lo primero que salió a relucir fue que Roseline se burló del castaño por la falta de uno de sus dientes principales, a Rose incluso se le había logrado olvidar aquella molestia por la cual pasaba antes de que el chico llegase, pero ya se ponía el sol y era hora de marcharse ambos se fueron y la niña al llegar a su hogar dejo que su mano chocase con su frente –¡Su nombre!- ni siquiera el nombre del chico era parte de su conocimiento después de tan buen momento.
 
Aquella misma noche su madre le anuncio de la llegada de unos vecinos a los cuales habían invitado a la cena para recibirlos en el vecindario, le ordeno ponerse su mejor vestido y le pidió que se llevase bien con los hijos de aquella familia pues esperaba con fervor que se crease una buena relación con la misma, entonces fue en aquel momento cuando tocaron el timbre y Rose se apresuró a colocarse al lado de su madre al abrir la puerta para ver a un par de chicos y los padres de los mismos, parpadeo al ver varias veces al mayor de los pequeños pues era el chico con el cual se había encontrado toda la tarde – Roseline ellos son Regina, Jack y sus dos pequeños hijos Sebastián y Sean – comento su madre señalándolos con la mano abierta mientras luego se dedicaba a saludar a cada integrante de la familia. Rose mantuvo su mirada fija en Sebastián, el cual alzo su mano derecha saludándola con una sonrisa cautiva en su rostro.
 
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Volvió al presente con la mirada fija en las calmas aguas del lago y con una sonrisa que adornaba su rostro, mientras un par de segundos más tarde sentía como un par de brazos la rodeaban desde su espalda abrazándola con cariño, entonces sonrió aún más. – Recuerdo haber prometido que te haría feliz ¿Lo he cumplido? –pregunto Sebastián aun con sus brazos rodeando a Rose, y ella parpadeo simplemente asintiendo rápidamente tomada por sorpresa – Claro, lo has hecho. – afirmo mientras giraba el rostro para posar sus labios sobre la mejilla de su chico, el sentimiento se intensificaba cada vez más. Entonces fue en ese preciso momento en el cual el chico se tornó de pie frente a ella y se arrodillo con una lágrima en su mejilla mirándola, él la amaba como a nadie, era su razón de vivir jamás había tenido un sentimiento tan fuerte hacia alguien. – Una vez te pedí eterna sinceridad y la cumpliste –comenzó con suavidad mirándola a los ojos – Me dijiste que aún no me amabas, dos meses atrás  –bajo la mirada un segundo y respiro con fuerza tratando de recobrar su el ritmo natural de la misma. –Y lo único que pensé fue, debo esforzarme más. –sus labios temblorosos articularon aquellas palabras de auto consuelo, jamás el sería capaz de perder a la chica que fue capaz de tocar su corazón sin tan solo utilizar las manos. –Me dijiste que me querías, y sentí que faltaba por sentir más. Aunque hemos pasado muchos años juntos siempre está la sombra de nuestros padres pensando que nuestra relación mejora sus planes económicos y eso aunque no lo parezca se que interfiere entre tú y yo, quiero que sepas que nadie te fuerza a estar conmigo &ndash! ;confeso de manera lineal y directa volviendo su mirada a los ojos grises de la pelinegra, la cual le miraba fijo con aquella serenidad envidiable por todos. Ella continuamente se sentía culpable por no amar a Sebastián como el lo merecía, pero jamás fue capaz de mentir respecto a su sentimientos ¿para qué engañarlo diciéndole un falso te amo?  Sabía que si hacia tal cosa demostraría que él no se había ganado ni siquiera aquel sentimiento llamado “querer” .Sus ojos grises se enfocaron en los color chocolate y su delicada mano acaricio su suave mejilla mientras sus miradas se reconectaban, ella no sabía que decir, se encontraba muda porque Sebastián había dado en el clavo; después de todo aquello era su especialidad, siempre supo cuáles eran los tornillos que se debían apretar.
 
El al notar que ella estaba helada y sin respuesta tomo su mano y la acaricio con fiereza como si no quisiera soltarla –Entonces déjame…-respiro entrecortado mientras se limpiaba las lágrimas y sacaba una cajita pequeña que tenía guardada en su bolsillo, y la abrió –Déjame ser tu esposo, Srta Domènech, conviértete en Roseline de Montrevil y ven a vivir conmigo, solos tu y yo. Independiente de nuestros padres, mi trabajo será suficiente. –le pidió mientras Rose lo observaba ella realmente estaba helada, era una total sorpresa ¿Qué debía responder? No lo amaba pero lo quería más que a nadie, era el único en quien podía confiar ¿si le decía que no, seguirían sus padres y sus sombras oscureciendo su relación? Bajo la mirada y tomo la caja mirando un anillo de oro blanco con un diamante de adorno. Ella cerro los ojos con fuerza se sentía tan atada ahora mismo, y tenía el poder de desatarse ¿pero podría dejar su vida de lado y comenzar de cero? Eran muchos miedos encontrados al mismo tiempo tenía miedo que si rechazaba a Sebastián, él se fuese herido; ella jamás sería capaz de herirlo, ella lo único que quería era mantenerlo a salvo – ¿No puedes responder cierto? Tantas dudas en tu cabeza. –él bajo la mirada soportando el dolor que la duda causaba.  “Sebastián, Sebastián, Sebastián” Repetía en su cabeza raramente no pensaba en nada más y asintió después de casi media hora helada de tan solo respirar en aquel lugar, se levantó y se le lanzo encima causando que el castaño se cayese y ella encima de él sobre la grama –Si, si,si,si hazme olvidar de mis padres, de sus problemas, de sus negocios, y solo hazme pensar en ti y en mi prom&eacut! e;temelo Sebastián – pidió mirándole a los ojos con intensidad, sus dudas se habían aclarado y todo lo que deseaba en aquel instante era probar la suerte que su chico le prometía, pero su corazón palpitaba tan rápido tan emocionado que no dudaba de él – Si, por supuesto que lo prometo Rose – y su promesa, siempre hayo la manera de cumplirla sentía como las cadenas que sus padres le habían atado para mantenerla a su raya se habían quebrado con tal facilidad que no se lo creía ella misma: después de todo tenia años tratando de romperlas con tanta fuerza como fuese necesaria sin tan siquiera hacerle un rasguño y ahora frente a su chico había visto como se caían con facilidad, y lo descubrió pudo ver con sus ojos y no los de sus padres, no sabía si aquello era querer pero pensaba que era algo más.
 
Dos Meses Atrás
-Se sincera y dímelo de una vez Rose, ¿Me amas? – había pedido Sebastián en un restaurante aunque una mesa privada y aislada del resto, las rosas adornaban el sitio y acaban de pedir la cuenta; los pensamientos de Rose se hallaban en una discusión sin fin “No puedo no puedo amarlo, y tampoco decirle que le amo, aun si lo hago no se qué sentimiento es ese, a mis padres los adoro pero el dinero y sus empleados me cuidan más que ellos" y Bastián era lo más cercano que tenía, pensaba que lo quería pero como decirle que lo amaba sin saber de qué sentimiento se trataba, sus amigas no podían ayudarla ninguna sabia de tal sentimiento y una se lo describió como mariposas en el estómago, ella solo sentía un nervio en especial cuando el estaba junto a ella, sentía que podían estar los dos solos aunque hubiese un mundo a su alrededor, sentía que sus ojos la atrapaban en su propio mundo, que su sonrisa la cautivaba y la hacía feliz con tan solo verla, que sus palabras siempre podían consolarla o hacerla sentir como el deseara, que ella lo deseaba a  gran parte del día, se preocupaba tanto por el, ¿Seria aquello Amor?-No puedo decirte que te amo Bastián, pero sí que te quiero como a nadie – le confesó mientras el rubio se desmoronaba frente a ella, los hoyuelos en sus mejillas se notaron al intentar sonreír pero se notaba la falsa sonrisa a leguas.- Creo que es suficiente, te llevo a tu casa Rose- concluyo aquella noche.
 
Ahora mismo recordaba todo lo que pensó aquella noche y recapitulo que era poco lo que había pensado con respecto a lo que sentía –Sebas, nunca te dije que te amaba porque jamás supe que es el amor, con eso te digo que hoy casi estoy segura después de juzgar cada grato y basto recuerdo que mi amor por ti es puro, y que al pensar en una vida sin ti pues, nada tendría el sentido que le has dado, el cual yo vivo, siento y amo –lo miro de tal manera que el soltó un par de lágrimas al recordar su pasado, al vivir el presente y soñar el futuro.
 
Aquel que sueña tiene el poder de cumplir sus sueños siempre y cuando sean deseados con puro y sincero amor.
                                                                                        F.
 
 

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Franklin Sánchez.
Published on e-Stories.org on 05/27/2016.

 
 

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