Joel Fortunato Reyes Pérez

RECRUCIFIXIÓN FINAL

RECRUCIFIXIÓN FINAL
( Cuento )

__________ I __________

La noche no era la misma, rugía con sus estrellas
al fondo, las nubes caían como ríos; algún relám-
pago, tímido, seguido de un trueno, iluminaba
aquella choza.
Permanecía inmóvil, sentado en el suelo, la mirada
dentro del pasado sin hacer caso del entorno, como
no lo hacen las rocas escarpadas de las olas en la costa.
Aquella mañana había tenido la primera experiencia,
aquella mañana también tuvo la primera confusión;
el agujero de gusano estaba ahí, en lo profundo de su
mente, en un sueño lúcido guardado por años, y
cuando el sol acabó de ocultarse en las montañas se
vio obligado a pasarlo.
Inclinaba el rostro con inquietud en ambas manos y
sentía en el pecho un enorme lago de amargura.
Cuando pudo darse cuenta de su impotencia, estaba
a solas con su vergüenza y con sus recuerdos.  Miles
de hogares deshechos, miles de huérfanos, opresión,
injusticia, robos y engaños descarados.  Tuvo un vér-
tigo de pudor y lloró, lloró con cada hueso y cada día
vivido, hasta el corazón de fuego transformado en
hielo, al momento de morir y nacer simultáneo, tem-
blando porque representaba su consciencia.
Entraba y salía del fondo del abismo, y escuchaba los
lamentos de las conchas y carcajadas de cangrejos en
los transeúntes de oficinas, señalándose con el dedo
jurando que eran buenos, que no sabían como habían
podido actuar mejor que callarse, esconderse y fingir
que todo sería olvidado, después de ocultado...

__________ II__________

Mirándose al espejo__ respondía__: Tú no entiendes
de casos de consciencia; y sería inútil explicarlo en
forma extensa a quién no lo ha vivido ni siquiera en
la sensibilidad más burda o en la imaginación que
prefiere evitar ver todo el sufrimiento ajeno.
Parecía que eramos amigos desde hacía doce años;
poco a poco fui acercándome a la fe tendida en el
suelo, yerta, la mirada seca y fría, muda hasta en los
últimos rincones.  Me quedé abatido, y por primera
vez también comprendí lo que era ver un mundo 
hecho añicos, muerto para siempre, como un espan-
toso desierto que crece en derredor del alma, aho-
gando el espíritu ante la pérdida de la más mínima
seguridad.   Me había perdido a mi mismo, el alma
paralítica y sin aliento para un futuro incierto; el
tiempo se detuvo, los árboles no tenían vida, la
noche era sólo ceniza, el sol perdió su brillo, la aldea
entera era sólo un fantasma... ¡ Una víctima más !.
___¿ Cómo decirlo ?.
___ ¡Oh !, exclamó después de algunos instantes de
aquel silencio interior.  Soy mi propio engaño, mise-
rable sentido del deber, ingenuamente genuino, sin
escape, desarmado... Ya no soy lo que creí, lo que
estaba acostumbrado a creer___La verdad cae por
su propio peso__ ¡ Sí, sí !. La verdad era su propio
abismo...  ¿ Quién eres ?.  ¿ Quién eres ?.
___ Un mal sueño; una fantasía proscrita.
___ ¿ Y tú nombre ?
___ La verdad ; ya lo sabes.
¡ No existo, nadie me conoce, todos me añoran...!

__________ III __________

Se miraba caminando de prisa, con la mirada perdida,
ese cielo ya no era su cielo, ese que había visto desde
su más tierna infancia; su luz comenzó a desaparecer
de la tierra, esa que recordaba como suya, salió a pa-
sear su cansancio, su asco, su esperanza nauseabunda
vista la realidad del presente... ¡ Del dios muerto !.
Con la cabeza dándole vueltas metida en la cachucha,
las manos en los bolsillos, y los pasos indiferentes,
distraídos y sin rumbo, por calles desiertas, sombras
indicando fastidio, ocio, enfermedad del espíritu...
En una esquina, bajo una luz mortecina, parpadeante,
cruzóse con una mujer enlutada y delgada, más bien
pálida, sollozando, sangraba del alma; inerme, impo-
tente, toda su vida había sido destruida.  En sus
pupilas negras se adivinaban miles de dolores, en cada
pestaña una lágrima inmensa; era la cara de infinita
gente, niños, jóvenes, ancianos...
___ ¡ No nacimos juntos, estoy seguro !, se decía en
el lenguaje de la carne, en el polvo terrible del ayer,
de los años de la contemplación perpleja, impregnada
del espesor de las ausencias diarias. 
Así permanezco inmóvil, respirando rítmicamente,
( según creo), intentando imitar la paz de un místico
cruel empeñado en salvarse, en la cumbre del
absoluto egoísmo.   Pero es falso... ¡ Es falso, es falso !.
Yo no soy mi sueño, ni la pesadilla colectiva de nadie,
tampoco la imagen de un reflejo de un espejo quebrado.
A mi no me han aniquilado aún la consciencia, ni toda 
la consciencia posible en la desgracia...

__________ IV __________

___ ¡ Oh !, Paz, dignidad, honestidad y justicia, todos
ahora son simples cadáveres.  Aquellas dulces vibraciones
perdidas por la vaga extensión del tiempo viejo, y que
parecían salir incluso de las sombras, de los árboles, de las
paredes y los techos, alumbrados débilmente por los
últimos reflejos de una fe genuina, crepuscular con la es-
peranza segura, sumergieron sus ideas en uno de esos
éxtasis que transportan en alas de la fantasía hasta esos
espacios de mundos íntegros, protectores, verídicos y
honrados.  Ahí dónde el mismo honor era venerado.

Su rostro perdió las facciones y tomó un aspecto terrible;
sus ojos fijos, metálicos, más allá del hielo, enrojecidos,
parecían haber perdido el movimiento; no obstante, una
lágrima de lástima brotó lastimando el silencio, rodó por 
el aire, y su mejilla la evaporó, como un suspiro reprimido
todas sus palabras morían en sus labios.
La desdicha se anudaba en la garganta y su corazón ya no
latía, era como olas de un mar muerto y seco.  La razón
le temblaba, ya no respiraba ni se movía; miles de hombres
derramaron su sangre secando todas las consciencias, seres
malditos eternamente, malvados entre sillas, oficinas y
aplausos... Aplausos ladrones, infames, destructores y mal
olientes; putrefactos productos del poder.

La luz en la choza fue un túnel pulsátil instantáneo,
breve y corto en un pozo plateado, y un agujero de gusano
se cerró a sus espaldas... 
 ¡ Su nombre permanece en el misterio !.


Autor :  JOEL FORTUNATO REYES PEREZ

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Published on e-Stories.org on 07/09/2014.

 
 

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