Maria Teresa Aláez García

En tres minutos

La desinformación de la televisión y de los medios de comunicación. No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché, siendo niña y con la televisión en ciernes en el país, que la televisión atontaba. Y sólo teníamos dos canales y era en blanco y negro. Ahora sólo nos falta el chip en el cerebro y el cable conductor para conectar la televisión, la consola y el ordenador y para no realizar demasiado esfuerzo y engordar bien sentaditos en el sofá, dirigirlo todo con un golpe de pensamiento y no usar los dedos ni para teclear ni para pulsar los botones del mando.

Malo era el estar ante la caja tonta y dejar que nos dominara. Ahora ya no hace falta que nos digan subliminalmente lo que hemos de pensar. Ahora los locutores, guionistas, adalides de la nueva sociedad del futuro junto a los banqueros, pederastas, asesinos y sociópatas, nos dicen qué es bueno que pensemos y qué no y nos adoctrinan en ello. Mejor dicho: nos dicen que no es bueno que pensemos. Incluso hay alguna mujer que es desprestigiada y tratada de modo machista y se  toma como broma y ella lo acepta. No se dan cuenta de quién es su público y de que tienen todo tipo de público mirando el programa. Si a los ojos infantiles no dicen los padres que es broma y que ella participa en las bromas, vemos a futuros maridos tratando a sus esposas como si fueran basura y a sus mujeres haciéndose las idiotas. Por otro lado a quienes tengamos la desgracia de pensar y tener sentimientos, se nos erradicará de la faz de la tierra o tendremos que fingir, mentir en suma, haciendo que somos seres que sólo piensan en satisfacer sus instintos. Tranquilos. La televisión y todos los que salen en la televisión piensan por nosotros y harán un mundo satisfactorio para nosotros. Se ponen a nuestro servicio y nosotros aceptamos sin darnos cuenta de que la situación es a la inversa, nosotros estamos al servicio ajeno, al de ellos.

Así que cuando hace alguien alguna reflexión, la persona que tiene al lado lo trata de estúpido. Pero por el contrario, hay que ir a ganar dinero a toda costa para gastárselo a toda costa y usando todas las armas posibles, hasta el cuerpo mismo si es preciso. Salir en la tele es lo más guay del paraguay y – esto ya lo decía mi abuela – es de gran importancia valorar a quien sale en la tele. No valorar a un actor por sus estudios, años de carrera interpretativa y por hacerse a sí mismo. No. Por los follones en su vida privada, por los escándalos que perpetre y todo así. De este modo dejaremos de pensar en cómo nos engañan los políticos, en que estamos matando a medio planeta de hambre y miseria y otras lindezas.

Feliz Navidad y Próspero Año nuevo. Felicidades a quienes cumplan años o celebren su onomástica en estas fiestas. Felicidades a quienes aún sientan, piensen, se intenten mejorar, vean el mundo en su realidad y disfruten de ayudar a conseguir un equilibrio. Feliz nacimiento de Jesús, allá por oriente medio. Sería un hijo de un carpintero, si, pero no cogería un arma posiblemente. Estaría en alguna ONG y no como misionero precisamente o quizás, envuelto en su túnica o vestido de modo occidental, estaría por los EEUU ayudando a los vagabundos o compartiendo su frío. O por Iberoamérica,  haciendo que aquellos niños de la calle puedan salvarse de que se cometan más atrocidades con ellos. O en Indochina dando un golpe de suerte a alguna empobrecida familia para que no venda a sus hijos para la prostitución. O en África – ahí debería ir de lleno – de reportero denunciando las atrocidades de la guerra, lo que se hace con los albinos y los niños y poniendo en su lugar al magnífico hombre blanco que ha arrasado por doquiera que ha colocado la pezuña.

Ojalá pudiera decir el año que viene que el saldo es a favor de un ser humano que tiene un latido en ese corazón de yesca que lleva en el pecho y que consigue entender que todo lo que hacemos y decimos, provoca una reacción en cadena que siempre volverá a nosotros y que toca a todo el mundo y que por eso, de todos y cada uno depende que nuestro planeta siga existiendo y que las cosas cambien. A veces, decir interiormente – sí, tengo la intención de ayudar y cambiar – hace mucho y ayuda.  Y saber decir no, pensando lo que se dice  o hace antes de hacerlo o decirlo, también.

 

Pruébenlo. No cuesta nada. Tampoco ha de escucharlo nadie. A veces el silencio o los susurros hacen mucho.

 

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Published on e-Stories.org on 12/05/2008.

 
 

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