Felicidad López Vila

Alba, la guerrera blanca

FELICIDAD LÓPEZ VILA





NÚM. SOLICITUD REGISTRO PROPIEDAD INTELECTUAL: V- 527- 04
Número de asiento 09/1-2004/1513



ALBA LA GUERRERA BLANCA


Érase que se era, en un lejano lugar, un pequeño planeta donde habitaba gente de paz. En él vivía una joven hermosa, hija del rey, educada con honestidad en el arte de preservar la armonía del hábitat. Una pacificadora nata, al servicio de la colectividad.
Ella era Alba, la guerrera blanca...
David escuchaba atento, el comienzo del cuento, que su abuelo le estaba leyendo.
La fiebre del niño, estaba remitiendo, pero el malestar general no lo dejaba descansar.
Su madre entró en la habitación a traerle la merienda, un vaso de leche con galletas, cuando salió de ella su abuelo prosiguió con el relato.
... De corazón puro y sentimientos sinceros. Admirada por sus amigos, respetada por sus adversarios. El brillo violeta de su radiante mirada, era comparable con el de las estrellas, y su cabello dorado con el de los rayos del sol.
La dulzura de su rostro y la frescura de su sonrisa, hacían de ella una joven muy atractiva.
––La nave está preparada, para salir de reconocimiento por la galaxia––dijo uno de los compañeros de Alba.
Kuasar, el joven apuesto de ojos y pelo negro, se dirigió junto con ella al interior del vehículo espacial, donde les esperaba el resto de la tripulación.
A. T. un piloto experto con muchas horas de vuelo, introdujo las coordenadas en el panel, y automáticamente se situaron en el lugar deseado. Todo estaba en orden, sin ninguna novedad.
El consejo de <>, había acabado finalmente con los desagradables enfrentamientos originados en un tiempo pasado, donde el nivel de evolución de los habitantes era más bajo. Aún así consideraban necesario seguir atentos, vigilando, para que no hubiera nuevos altercados.
Un grupo de jóvenes valientes, entrenados por los Maestros Ancianos, se encargaban de mantener el orden y la paz.
Entre tanto, ajeno a todo lo que estaba sucediendo a millones de años luz, Gabriel observaba con un potente telescopio, estrellas cercanas a nuestra galaxia, fascinado por su brillo y diversidad de formas. De todos modos ni el más potente de nuestros telescopios, hubiese sido capaz de captar alguna estrella del planeta de Alba, porque estaba fuera de los límites de nuestro universo visible.
El vehículo espacial de los pacificadores, seguía recorriendo su itinerario programado e informando al consejo de unidad central de que todo estaba en paz.
Los Maestros del consejo eran ancianos sabios: desprovistos totalmente de Ego, carentes de deseos e incapaces de juzgar.
Inundados por el amor, dispuestos siempre a ayudar, al servicio de los demás sin esperar recompensa alguna.
––Fascinante constelación––dijo Kuasar––. Observando por un gran monitor el panorama exterior.
Una agrupación de estrellas extremadamente brillantes, formaban la figura de un caballo alado, montado por un guerrero blanco.
–– ¡Cuidado con esos controles!––exclamó Celeste––. Observa bien la orbita.
Celeste, era la otra mujer que formaba el equipo. Un poco mayor que Alba, con mucha experiencia en vuelos de reconocimiento a sus espaldas.
Enamorada perdidamente de A. T., pero poco correspondida por él muchacho desenfadado, que amaba su trabajo disfrutando enormemente con él.
Y el último elemento de la tripulación era M-3, un androide fabricado por el mejor ingeniero galáctico, con avanzada tecnología de gran precisión.
A. T. con una maniobra exhaustiva, realizó la operación de descenso, en una enorme superficie de color plateado. Una vez bajo, cada uno de ellos se dirigió a su lugar de descanso.
Y el que también estaba descansando con los ojos cerrados, después de haber escuchado el primer capítulo del relato, era David, el niño de diez años que había contraído un resfriado. Después de darle un beso en la frente, su abuelo lo arropó.
Se despidió de su hija diciéndole que al día siguiente volvería, para seguir leyendo a David tan interesante relato.
A la mañana siguiente, el abuelo de David se levantó temprano, y como le prometió a su nieto desayunó con él.
El niño se encontraba un poco mejor del resfriado, aunque el médico le había aconsejado permanecer algunos días acostado.
Después de desayunar cogió el libro de la mesita de noche, abriéndolo por la página que había señalado, con un cromo de David de los guerreros galácticos.
––Ummm, veamos que aventuras les depara el día al equipo sideral:
El placentero descanso nocturno había finalizado. A la hora establecida los compañeros de Alba, se reunieron en una especie de santuario, a la espera de información para la siguiente misión.
––Hoy, deberán ustedes revisar, el proyecto artificial de repoblación vegetal, mineral y animal––dijo el anciano del santuario––. Cuando terminen dense una vuelta por el planeta tierra, y pónganme al corriente de las novedades que obtengan, pero bajo ningún concepto intervengan, en asuntos que no sean exclusivamente de su competencia.
–– ¿Aunque vayan a originar un conflicto bélico?––inquirió A. T. preocupado––. No podemos hacer algo para evitarlo.
––Saben que no pueden interferir en la ley del libre albedrío cósmico––respondió el anciano––. Si Dios les deja actuar con total libertad, ¿quién somos nosotros para impedirlo?
Con un gesto de dolor, el piloto replicó, sabiendo perfectamente que el sabio Anciano tenía razón. No se podía cuestionar la conciencia de cada cual, pues con ella el individuo actuaba según su objetivo.
Después el quinteto galáctico, tecleó las coordenadas para situarse en un auténtico paraíso vegetal.
Una inmensa cúpula traslúcida, albergaba infinidad de especies animales, vegetales y minerales policromáticas.
Las especies fueron recogidas de diversos lugares por peligro de extinción, siendo reproducidas genéticamente por un grupo experto en biogenética estelar.
Los cinco componentes siderales, se dirigieron rápidamente al laboratorio de Biogenética magnética, en busca del profesor encargado de la misión.
Algunos de los planetas seriamente maltratados por catástrofes naturales, o por guerras provocadas habían perdido prácticamente en su totalidad su flora y su fauna,
afortunadamente en aquel reino animal se habían guardado
dos especimenes de cada lugar para poder en cualquier momento clonarlos, o activar su reproducción natural para que se volvieran cuanto antes a multiplicar.
La labor de todo el equipo reproductivo, había dado resultados fantásticos.
Múltiples contenedores de plantas y animales, estaban preparados para ser depositados en los lugares solicitados.


El traslado del penúltimo contenedor sideral, fue depositado a cuatro mil años luz de de la tierra, y en pocos minutos terrestres depositaron otro en nuestro planeta, dándose una vuelta por él como les habían ordenado, vigilando los lugares deseados desde cerca, interactuando con los átomos para no ser observados por los terráqueos.
Entre tanto Gabriel, un astrónomo dedicado a la observación de la galaxia, fijaba toda su atención en la lectura de las estrellas fijas.
El muchacho era un gran admirador de Azophi, uno de los astrónomos más grandes en la edad media, puesto que Al- Sufi fue el primero en describir el débil fragmento de luz de lo que se conoce actualmente como la galaxia de Andrómeda.
El astrónomo árabe también realizó mapas estelares y corrigió los trabajos de Ptolomeo. Después escribió una obra maestra; texto que aún se utiliza para el estudio del movimiento de las estrellas variables.
El vehículo espacial paso por encima del centro astronómico, situado a unos ochenta kilómetros de la ciudad más cercana, a novecientos noventa metros sobre el nivel del mar.
En menos de un abrir y cerrar de ojos, salieron fuera de la vía Láctea. Al regresar informaron de que la misión se había realizado.
Más tarde Alba se acercó hasta el centro educacional donde trabajaba su madre. Entró sigilosamente en el aula, con la charla empezada, sentándose en la última fila al lado de la puerta.
La profesión de su madre era la de Educadora.
En la sociedad donde se desenvolvía Alba, el aprendizaje consciente de uno mismo y la función que desempeñaba dentro del programa evolutivo, era tan importante como cualquiera de las asignaturas cósmicas.
El Rol de las madres era esencial en la formación de los hijos, en ellas recaía la responsabilidad de potenciar los estímulos colaboradores, amables y pacíficos de sus hijos.
El hecho de adquirir ese compromiso compartido con su pareja, no impedía que a la vez pudieran trabajar e incluso estudiar,
Dejando al niño en centros de aprendizaje, al cargo de educadores.
Tales educadores, iban introduciendo a los chiquillos progresivamente en la colaboración social, potenciando sus cualidades más aptas en su programa de vida, para que a una edad temprana les fuera fácil decidir que clase de trabajos o estudios querían elegir.
El trabajo en el planeta de Alba era más bien una responsabilidad, que una obligación. Cada individuo era totalmente responsable del beneficio que aportaba un proyecto colectivo, y debido a que el dinero no se utilizaba no tenían que preocuparse por acumular nada. El planeta rebosaba de recursos naturales para proveerlos de todas sus necesidades.
La madre de Alba, estaba dando a unos críos de siete años una charla sobre Armonía Universal. Pese a su corta edad, su coeficiente intelectual, estaba preparado para asimilar los conceptos que la educadora les iba exponiendo:
––Según su grado evolutivo, cada individuo gira alrededor de sí mismo, de un modo muy particular.
Girar alrededor de un Ego fuerte, es una condición problemática, ya que el círculo cada día se reduce más, corriendo el peligro de podernos ahogar sin que se nos pueda ayudar––dijo Dharmha, la madre de Alba––. Cada uno de nosotros somos únicos y totalmente diferentes, sin embargo, cada parte individual encaja perfectamente en la totalidad Alma Universal.
Cada ser ocupa un lugar en el tiempo y desarrolla un rol diferente dentro de un ritmo perfecto.
Trabajar en armonía proporciona paz y entendimiento beneficiando enormemente a nuestros compañeros.
En principio, el Ego es una herramienta evolutiva de trabajo, que sirve para alcanzar una serie de objetivos muy concretos, en el plano material.
Establecer toda nuestra atención sólo en el Ego como lugar de referencia interna canalizándolo hacia el poder y el control, desgasta gran parte de nuestra energía.
Sin embargo, cuando nuestro objetivo es la evolución del espíritu, nos deshacemos de esa energía y aprendemos a reconducirla––continuó Dharmha––. Nuestro cuerpo está interaccionando continuamente con nuestra mente, y ambos fusionándose con la energía del cosmos. Una interacción en armonía, activa la afluencia de la riqueza espiritual, por tanto, cuanto más amor demos más felicidad, bienestar y prosperidad obtendremos.
Quien no da a los demás, se pierde la oportunidad de recibir más. El universo te devuelve todo lo que le ofreces,
Con creces.
Desde la última fila, Alba prestaba suma atención a sus palabras, al finalizar la charla se acercó hasta ella para saludarla.
Dharmha era una mujer de una belleza similar a la de su hija.
Una bella dama sencilla, de espíritu libre, llena de magia y misterio.
––Es siempre un placer escucharte, madre––dijo Alba––. Es asombroso como las palabras fluyen de tu boca sin esfuerzo, cómo sintetizas conceptos complejos de un modo tan natural.
Dharmha sonrió con dulzura
––El verdadero mérito lo tienen los Maestros de Luz, trasmitiéndonos el legado de su sabiduría, ayudándonos y protegiéndonos. Su presencia de amor nos envuelve, transmutando lo confuso––dijo ella, con su voz serena.
––Madre, yo sería incapaz de hacer lo que tú haces, posees un talento especial para enseñar.
––Todo Ser posee un talento especial, para ofrecerlo al servicio de los demás. Tú posees la virtud de proteger, equilibrar y dar paz. Cada individuo experimenta >>su designio de vida<< de una forma única.
Repentinamente, un sonido sonoro, salió del aparato que Alba llevaba en su muñeca derecha. Un objeto similar a un reloj, con varios botones de colores alineados.
––Tenemos un código rojo, he de presentarme inmediatamente en la base central––le informó a su madre.
Desde el control central, el responsable de la base, modificaba los parámetros de observación de un modo rápido, seleccionando las imágenes deseadas en la pantalla.
Una vez reunido el quinteto sideral empezó a hablar:
––Hemos captado una fuerte expansión de conciencia, en un laboratorio astronómico. La onda emitida es intensa, tendrán que investigar que sucede––les informó el caballero de dos metros de estatura y cabellera blanca––. Por motivos obvios será Alba la que se introduzca en las instalaciones, su canon de belleza se adapta perfectamente al planeta.
El color de piel, azulado, de celeste la delataría inmediatamente.
––¿Han diseñado algún plan para actuar?––preguntó A. T. sentado en la plataforma flotante––. O como de costumbre habrá que improvisar.
El responsable de la misión, abrió una ventana de la pantalla principal y conectó las barras de información, mostrándoles una imagen del centro de desarrollo tecnológico.
––Como parte de su tarea en la divulgación científica, el observatorio astronómico brinda la oportunidad de realizar visitas guiadas, por personal especializado––informó el altísimo caballero––. En una de esas visitas, Alba intentará captar la emanación la banda vibratoria energética.
El muchacho de ojos oscuros que estaba sentado a la derecha de A. T. seguía atento las indicaciones del caballero de melena larga; la hermosa Celeste clavaba su viva mirada en el rostro angular del piloto, y M-3 procesaba los múltiples datos de las barras informativas.
Tras una larga reunión privada, organizando los detalles, el quinteto estelar salió de la base.
Aquella mañana los cinco tripulantes de la Zenthauro, franquearon el amplio umbral de despegue directo al planeta tierra.
Dominando íntegramente la materia, la nave se expandió encima del espacio interatómico del observatorio, de forma instantánea haciéndose completamente traslucida.
Alba haciéndose pasar por una estudiante, ataviada con ropa informal y lentillas azules para evitar llamar la atención con su mirada, entró con el grupo de visitas en el centro astronómico.
Sus compañeros observaban desde dentro de la nave todos sus movimientos.
La joven en el interior del edificio visitó una meritoria recopilación de instrumentación antigua y la enorme biblioteca.
El guía atentamente relató una breve historia del telescopio para los estudiantes:
––El telescopio se inventó en holanda, aunque se discute su inventor verdadero se le atribuye a un fabricante de lentes holandés sobre el año mil seiscientos ocho.
Galileo, un astrónomo italiano fue quien en el año mil seiscientos nueve, mostró el primero registrado.
Actualmente el telescopio reflector mayor del mundo es el de Keck, de 982 cm, incorporando una innovación importante
En su diseño. La superficie del espejo consta de 36 segmentos hexagonales individuales, y el telescopio espacial Hubble posee la superioridad de estar por arriba de la atmósfera distorsiónante de la tierra.
Al salir de la biblioteca, aprovechando un descuido del guía Alba se separó del grupo, regresando a las escaleras del segundo piso ingresando en otra instalación del centro.
––Disculpe señorita, ¿tiene autorización para estar en este lugar?––le preguntó un joven apuesto, lanzándole una mirada inquieta.
––Es un lugar con buenas condiciones para una observación radioastronómica––dijo Alba, como respuesta a su pregunta––. La medida de vapor de agua precipitable es de seis milímetros, la velocidad del viento es inferior a 5m/ s y las precipitaciones de nieve no superan la semana durante el año.
––El radiotelescopio no está disponible para realizar observaciones, sin cita previa.
Alba sonrió al Astrónomo y él quedó absolutamente prendado de la luz de las estrellas que emanaban de sus ojos.
Una mirada que revelaba el poder del discernimiento y la sensatez.
––Lo siento, ya me iba.
––Puede visitar el pabellón de divulgación, le informaran de todos los horarios––dijo él––. Si quiere la acompaño.
Ella asintió con la cabeza nuevamente con una sonrisa.
Celeste seguía el recorrido interno de ambos por el lugar, desde la gran pantalla instalada en el centro del vehículo espacial
––¡Celeste, ¿dónde estás enfocando?!––le recriminó A. T. enfadado, en un momento concreto.
Kuasar y M-3 entretanto, observando el trasero del astrónomo, reían sin parar.
––Me he descuidado con los controles––dijo tranquilamente––. ¡No sé en que estaría pensando!
––Pues procura prestar más atención a la misión––le ordenó el piloto.
––¡A sus órdenes!––exclamó ella––. Enfocando la cara de ambos.
La señorita encargada del pabellón de divulgación e información científica, se había ausentado unos minutos para ir al lavabo a retocarse el maquillaje.
Detrás de sus gafas de vista, el astrónomo intentaba ocultar la atracción que sentía por Alba.
Gabriel era un auténtico solitario al que le apasionaba su trabajo, un hombre paciente y tenaz con sonrisa lunar.
Un joven con caparazón rígido, dispuesto a correr el riesgo de ablandarlo, para penetrar en la orbita de la guerrera.
El muchacho aprovechó la espera para interrogarla:
––¿No parece usted estudiante?
––No lo soy.
––Esta noche habrá lluvia de estrellas. ¿Le gustaría verlas fuera del contagio luminoso de la gran ciudad, desde un excepcional punto geodésico?
––Pensaba que la jornada de puertas abiertas, sólo se realizaban durante la aparición de un cometa––respondió ella.
––Así es, necesitará un pase especial para la observación nocturna––dijo él, sacándolo del bolsillo delantero de su camisa.
El cuarteto sideral esperaba que la respuesta de ella fuera afirmativa, el astrónomo sería un buen contacto para averiguar lo que estaba sucediendo en aquel observatorio.
Ella alargó la mano para cogerlo, después se dio media vuelta dirigiéndose a la puerta de salida.
––¿Cómo te llamas?––gritó él desde una distancia prudencial.
––Alba––contestó sin girarse, mientras caminaba erguida por el pasillo.
Al salir del observatorio, la guerrera blanca se metió en la nave Zenthauro con sumo cuidado, tomando las precauciones previas para no ser descubierta.
Como tenían otros trabajos que realizar en distintas partes del globo terráqueo, A. T. el piloto introdujo las coordenadas espacio-temporales pertinentes, y en pocos minutos la tripulación vislumbraba el amanecer de otra ciudad.
De repente se oyeron unos gritos que provenían de la cocina.
––Venid a comer ya, la sopa se enfría––les ordenó Marta, la mamá de David.
El niño se puso el batín y las zapatillas, saliendo de la habitación con su abuelo a toda prisa.
Como estaba resfriado y había perdido el apetito, su mamá le hizo su postre preferido. Tras una breve regañina por no querer comerse el segundo plato, se tomó dos pedazos de pastel de chocolate.
Pedro, su abuelo, engulló el dulce a toda prisa. Quería regresar a la habitación cuanto antes para seguir leyendo el cuento, intrigado por saber lo que iba a suceder en el encuentro nocturno del astrónomo y la guerrera.
––Es más de media noche, debemos regresar––le dijo Alba a A. T.––. He quedado para ver la llovizna cósmica.
––Hum… ¡Qué suerte, tienes una cita romántica con el terrestre!––suspiró Celeste.
––¡Qué imaginación tienes!––dijo Alba, lanzándole una mirada despectiva.
En fracciones de segundo se situaron arriba del observatorio.
Gabriel junto con una compañera estaba en la puerta principal, recogiendo los permisos acreditados para el personal autorizado.
La ultima en entrar fue Alba, tras su paso, cerraron las puertas y los visitantes se adentraron en las instalaciones del centro, para disfrutar del evento.
La noche era limpia, sin luna. Junto al astrónomo la joven presenció un espeso afluente de metéoroides cruzando la cúpula celeste, desapareciendo fugazmente en décimas de segundo.
Gabriel colocó una cámara de exposición indefinida, apuntando hacia la constelación donde tenía lugar el radiante, pensando en captar una imagen maravillosa para regalársela a la chica de las estrellas.
Algunos compañeros calculaban el tiempo de duración de los meteoros, la longitud de su estela, su brillo y su color.
Otros en vez de anotar, preferían grabar la observación del aguacero de estrellas.
Después de disfrutar del maravilloso espectáculo los invitados se prepararon para abandonar el centro.
Celeste tenía la vista fija en un monitor, esperando impaciente lo que le iba a decir el astrónomo a su amiga en el momento de la despedida. Había estado observando como él, la miraba todo el rato encandilado.
––Me gustaría volver a verla––susurró con la voz entrecortada.
––Volverá a verme más veces––dijo con naturalidad.
––¿Es usted astrónoma?
––No… no exactamente––respondió Alba––. He de irme, gracias por la invitación de esta noche.
La guerrera blanca rápidamente se mezcló con la multitud
Para desaparecer cuanto antes y no tener que darle explicaciones.
Esa noche, Gabriel miró el cielo por última vez, para pedirle un deseo a una estrella fugaz. En ese mismo instante, un fragmento pequeño de un cometa se consumió en las alturas, entonces supo que su deseo se cumpliría.
––¿Habéis averiguado de donde procedía el sutil mecanismo que nos ha puesto en alerta?––preguntó Alba, inmediatamente, acercándose hasta el monitor de Celeste.
––Si––declaró ella––. Casualmente proviene de la zona donde trabaja <>
––¿Mi astrónomo?, querrás decir nuestra misión––repuso Alba.
––A ese humano le gustas demasiado, ¡ten mucho cuidado!
Alba sonrió con la insinuación pareciéndole totalmente absurda, en ningún momento de la noche Gabriel le había sugerido nada extraño, su comportamiento había sido absolutamente profesional, dedicándose a hablar de cosmología nada más.
M-3 activó un monitor diferente mostrándole a Alba una instalación del centro de investigación científica, a la que sólo tenían acceso dos científicos.
El lugar estaba totalmente en calma, no se advertía nada anormal.
––Gabriel ha descubierto datos importantes, de un proyecto de investigación secreto, que se suspendió hace algún tiempo.
Seguidamente M-3 le enseñó los datos privados del ordenador del astrónomo, desbloqueando su código secreto de acceso.
––Ummm, ya entiendo… ha averiguado que el cohete que se lanzó con un satélite meteorológico, no se soltó en la orbita precisamente para explorar minerales––dijo Alba––. De todos modos no creo que debamos preocuparnos. Según los antecedentes del lugar sideral y las imágenes captadas, los científicos negarían la veracidad de la información, dirían que es absolutamente imposible dada la temperatura del planeta y el tipo de atmósfera.
––El consejo no piensa lo mismo, quieren que te hagas amiga de él––replicó A. T.
Celeste miró a su compañera con una sonrisa amplia y una mirada perversa.
––Celeste, ¿se te ocurre algún plan de acercamiento?––inquirió Alba, con seriedad.
––En los próximos días haremos un seguimiento completo de sus movimientos, para que casualmente te tropieces con él.
Ella asintió con la cabeza dándole su conformidad.
En medio de la conversación se oyó un sonido estridente, en el panel contiguo a la barra magnética de amplificaciones.
Un comando relativamente cercano necesitaba la ayuda urgente de la Zenthauro. Buscando un punto de conexión interdimensional, se introdujeron por una puerta energética, de forma rapidísima la nave se desplazó al encuentro de sus compañeros.
Una semana después, Alba aspiraba una brisa salada y fresca corriendo a orillas del mar. Al cruzarse con ella Gabriel le ofreció una sonrisa preciosa, exhibiendo sus hoyuelos.
Ella le devolvió un esbozo de media sonrisa, pareciendo indecisa, reacción que no le costó ningún tipo de esfuerzo, ya que no estaba acostumbrada a ese tipo de galanteos.
Mientras se daban la espalda y corrían en dirección contraria él dejó vagar sus pensamientos, cuando se encontraba a pocos metros de ella, decidió dar media vuelta e ir a alcanzarla.
Los rayos oblicuos del sol potenciaban el color dorado de su cabello largo, ondulando al viento.
Al llegar a su altura, aminoró la marcha con el propósito de que su respiración se calmara, el corazón le latía de excitación.
––¿Le apetecería desayunar conmigo?––le dijo Gabriel, en voz baja.
Ella movió afirmativamente la cabeza y sin decir una sola palabra continuó la marcha.
Al llegar, el astrónomo le cedió el paso para que se sentara a recuperar el aliento.
Ocuparon una mesa para dos, cubierta con un tapete de nylon, en la terraza que tenía las vistas al mar, oyendo el golpear de las olas.
––Tomaremos el desayuno especial marinero––le dijo Gabriel al camarero.
––De acuerdo, señor––contestó antes de retirarse.
Cada vez que la miraba a los ojos Gabriel sentía el viento repleto de electricidad, teniendo que contener sus impulsos primitivos.
Ella por el contrario, sopesaba mentalmente los pros y los contras de la misión.
––¿Acostumbra a hacer deporte por esta zona?
––Si––contestó Alba, retirando de su rostro su melena, dejándola caer hasta la cintura.
––¿Vive cerca de aquí?
––Hummm… psss… Sí, digamos que en estos momentos vivo cerca de aquí.
La respuesta le dejó algo confuso e insistió en preguntar
––Está en esta ciudad, de paso, por motivos de trabajo.
––¡Exactamente!
––¿Cuánto tiempo se va a quedar?––quiso Gabriel averiguar.
––El suficiente.
Nuevamente la contestación lo dejó desconcertado pero no quiso insistir en preguntar más, por temor a parecer insolente.
Poco después el camarero trajo el desayuno. Alba hizo un gesto raro al probar una bebida cítrica de sabor ácido, costándole ingerirla, sin embargo, le encantó el aroma a pan recién hecho.
Durante todo el tiempo que duró el desayuno permanecieron en silencio, cruzando alguna que otra mirada, una vez fuera del restaurante Gabriel no quiso perder la oportunidad de volverla a invitar.
––Le- le-gu- gustaría ir al cine esta noche?––le preguntó tartamudeando––. Veríamos una película de género histórico.
––¿De qué trata el argumento?
Él se dispuso inmediatamente a contarle la sinopsis del mismo:
––Cesar se ve forzado a ir Egipto para impedir la guerra provocada por la falta de entendimiento entre una joven y su hermano, ambos monarcas del impero, quedando embelesado por el talento y la hermosura de esa mujer…
Una mujer que tiene unos impresionantes ojos azul-violáceo como los suyos––dijo él mirándola fijamente.
Ella inclinó los parpados tímidamente ante el cumplido.
––¿Qué pensaría de una mujer que tuviera los ojos de color <>?––inquirió bromeando.
––¡Pensaría que es extraterrestre!––exclamó riendo.
––¿Cree usted que <> los únicos habitantes del amplio universo?
Celeste que a través del monitor no se perdía detalle de la conversación, advirtió telepáticamente a Alba el error cometido en la utilización del tiempo verbal.
Afortunadamente el astrónomo estaba mirándola, tan embobado, que ni se percató de lo que había pasado.
––Creo que el creador ha debido crear otros planetas donde la gente no se mate, no robe, no pase hambre ni padezca enfermedades irreversibles.
––Yo pienso lo mismo que usted––dijo Alba, mostrándole por primera vez su sonrisa sincera.
Antes de despedirse pasearon un poco por la playa, mientras ellos charlaban M-3 aprovechó el tiempo, buscando la ubicación exacta donde ambos por la noche iban a encontrarse.
Minutos más tarde de la hora acordada, Alba apareció corriendo en la entrada. Llevaba puesto un suéter de algodón blanco, pantalones vaqueros anchos y zapatos cómodos sin tacón.
––¡Pensaba que no vendría!––dijo el astrónomo al verla, entrando rápidamente en la sala.
Se acomodaron por la zona del medio, donde la visión de la pantalla era buena; después de treinta segundos las luces se apagaron y comenzó la película.
Al igual que ellos el cuarteto estelar en su propia pantalla del vehículo espacial, observaba atento el desarrollo de los acontecimientos, que la película del género histórico les estaba ofreciendo.
Durante los doscientos minutos que estuvieron sentados, apenas cruzaron algunas palabras.
Al finalizar, esperaron pacientes, la cola enorme para poder salir.
––¿Le apetece tomar una copa?––le dijo Gabriel en la calle.
Ella inspiró profundo como si le costara trabajo contestarle afirmativamente, y sin demasiado entusiasmo aceptó la invitación.
A velocidad lenta, el lujoso vehículo del astrónomo bajó por la avenida contigua a la sala de proyección cinéfila.
Gabriel puso un disco compacto de melodías lentas, para que envolviera el momento con una oleada de romanticismo.
Tras apearse del coche, entraron en una sala de baile bastante concurrida.
Gabriel observaba como los ojos de Alba miraban de un lado a otro mientras le hablaba, sin prestar la menor atención a sus palabras. Cambió varias veces de tema de conversación para intentar captar su curiosidad, sin conseguirlo.
––¿Se está aburriendo conmigo?––le preguntó entristecido.
––¿Por qué piensa eso?–– replicó sorprendida.
––Por su entrecejo arrugado.
––¡Hábleme de su trabajo!––le pidió, sin poderse contener durante más tiempo––. Queriéndole sonsacar cuanto antes la información que sus compañeros deseaban averiguar.
––¿Quiere que hablemos de trabajo?––inquirió extrañado.
Ella asintió varias veces con la cabeza.

Tras un largo monólogo cosmológico acerca del estudio de las galaxias, nebulosas y agujeros negros, Alba no pudo averiguar nada de los datos del proyecto, aunque era lógico que en la primera cita no le desvelara ninguno de sus secretos.
Como ninguna cosa que le contaba era nueva para ella, la guerrera terminó por prestar más atención al rostro de Gabriel que a sus comentarios.
No había tenido ocasión, hasta ese momento, de mirarlo tan cerca y entonces se dio cuenta de lo guapo que era.
––¡Pero basta de hablar de mí!––exclamó él cuando ya no sabía que decir––. Todavía no sé, exactamente, a que se dedica usted.
––Mi trabajo es averiguar si hay vida en otros planetas del sistema solar.
Trato de saber si hay tres planetas más que pertenecen a nuestro sistema.
Entre ellos se produjo una inesperada pausa.
Él se sentó en su sillón algo más erguido, boquiabierto, abriendo los ojos de par en par, mirándola con gran curiosidad.
Los que también se quedaron boquiabiertos con la respuesta tan directa de Alba fueron sus propios compañeros.
––¿TRES?––dijo llevándose las manos a la cabeza.
Ella sonrió afirmándolo con un movimiento vertical de cabeza.
––Pensé que la tesis del proyecto hablaba de un solo planeta––declaró finalmente, descubriéndose.
––¿Tiene usted los buscados archivos prohibidos?
––No, no los tengo… fueron destruidos. Todo el proyecto se redujo a una hipótesis errónea.
Alba vio en la capa astral de Gabriel como le estaba mintiendo, también captó como en un pequeño intervalo de tiempo quiso decirle la verdad y compartir con ella su secreto.
Ese pensamiento y otros sentimientos de Gabriel, invadieron el éter a gran velocidad, penetrando en las fontanelas de la bóveda craneana de A. T. que tenía su glándula pineal excesivamente receptiva.
––¿Para quién trabaja?––le preguntó Gabriel, después de beberse de un solo trago el whisky que le quedaba en el vaso.
––Siento no poder decírselo por el momento––respondió Alba.
––M-3, saca inmediatamente a Alba de ahí––ordenó el piloto, repentinamente––. Están espiando a Gabriel, no quiero que la vean con él o intentaran seguirla a ella también.
El androide que podía adoptar la forma física que deseara, se transformó raudamente en un joven adolescente de parecido corpóreo al de la pacificadora: rubio con ojos azules.
Se teletrasportó hasta el lavabo de caballeros. Tras cruzar la pista de baile buscó la mesa donde Alba estaba sentada.
––¡Qué coincidencia encontrarnos aquí!––dijo M-3 en su aparición inesperada.
Alba mirándolo con simpatía trató de contener la risa.
El androide estaba muy apuesto enfundado en un pantalón de cuero negro, con el pelo engominado y un piercing en la nariz.
Alba miró a su alrededor por si la noche le deparaba nuevas sorpresas.
––Has de llevarme a casa, hermanita––declaró guiñándole el ojo, con tono de voz de embriagado.
––Gabriel, será mejor que me vaya, mi hermano no está en disposición de conducir––dijo ella, cogiendo de la mano de M-3 unas llaves de coche ficticias.
––¿Cuándo volveré a verla?
––No lo sé, ya le buscaré––respondió antes de partir.
Una nebulosa oscura dispersó los pensamientos de Gabriel, cuando la estrella de Alba se perdió en la distancia, en algún lugar de la galaxia.
A los pocos minutos el astrónomo aburrido partió hacia su hogar, con la incertidumbre de no saber si volvería a ver a la mujer enigmática de mirada estelar.
Al llegar a su apartamento vio la puerta entreabierta, respiró agitadamente, introduciéndose en el interior sigilosamente.
Quedó horrorizado al ver el desorden que los ladrones habían originado, aunque lo que estaban buscando no se hallaba en el interior de la casa.
Tras revisar sus pertenencias y ver que no faltaba nada, el astrónomo trató de mantener la calma, aunque en toda la noche no pudo prácticamente dormir...
Continuará...

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ALBA LA GUERRERA BLANCA
FELICIDAD LÓPEZ VILA
ESPAÑA






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Amour fourbe - Linda Lucia Ngatchou (General)